Mi caos ordenado

Mi caos ordenado

El templo del desagravio

Me confieso fastidiada. Estoy hasta el moco (sí, o sea, bien arriba y hasta adentro). Hablando como comunicóloga puedo decir que en lugar de estímulos del exterior, es más común recibir agresiones y no del ambiente, sino de la gente.


"Ven a Monte Providencia, sólo sigue la estrellita..." menuda cancioncita pedorra cantada por una mujer de voz chillona que escucho, al menos 10 veces, en el transcurso de la mañana, gracias al carrito con bocinas que se pasea bajo mi ventana. Claxonazos, sobre todo por parte de los choferes de combi (subespecie maldita) que creen que con esa captarán más pasajeros; gente agresiva y mentadora, por aquéllo del ridículo tráfico (cómo se ve que no han vivido en el DF). Individuos desobligados y mediocres que solicita una entrevista para ofrecer un servicio y no aparecen. Luego tienen la poca vergüenza de pedir otra cita, para volver a faltar por "cuestiones imprevistas" y todavía osan solicitar una tercera oportunidad. "Trabajadores" que sólo checan para cobrar la quincena y ni siquiera se aparecen a las juntas pactadas con sus jefes inmediatos y se hacen pendejos para dar cuentas de sus actos, pero eso sí, siempre tienen uno o varios pretextos estúpidos para intentar justificarse.


Es por eso que me esfuerzo por hacer de este, mi templo del desagravio, integrando música relajante, imágenes que edifiquen y conformen. En vez de gritar un continuo "¡¡¡¡CÁLLATE YAAAAAAAA!!!" respiro profundamente, cierro los ojos y entro a este, mi lugar. Coloco algunos cojines sobre la imaginaria alfombra, abro la ventana mental que da al mar y me tiro de panza para que con sus olas y su ritmo calmo me ayuden a volver a mí; dentro de mí y no fuera. La verdad es el recurso más efectivo que tengo a la mano, por lo menos me funciona para no salir a la calle a repartir batazos en cabezas ajenas como protagonista de “Un día de furia” (¡¡¡Ay Michael Douglas, cómo te entiendo!!!)


Es así que le cierro la puerta por un rato a los atentados, al narco, a la crisis económica, al marrano de Carstens queriéndonos dar atole con su gordísimo dedo; al pésimo servicio de Santander, al terrorista de Bush fingiendo, con cara contrita, sentir algo de pena por la miseria de alguien más; a Chávez, a Calderón, a los mediocres, a los conchudos, a los malvibrosos, a los malaleche, a los abusivos, a los ventajosos, a los que están llenos de mierda y un largo etcétera, muy poco recomendable.


Me quedo aquí respirando, a solas, viendo al mar a través de mi ventana y escuchando. Aquí me quedo un rato.

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