Mi caos ordenado
Así, al oído...
Sentada frente a una ventana se encuentra Lilith, sola, pensando, recordando aquélla vez en que su preciada libertad corrió peligro. No por la violencia sino por voluntad propia, que suele ser más definitiva que la primera cuando de cambiar realmente se trata.
Él no era en realidad un hombre que se destacara del resto entre la multitud. Sin embargo, tenía en su haber un gran don: cantar con una bella voz. Lilith lo conoció en un antro, en medio de cuerpos bailando y romances fugaces al ritmo de la cadencia del Caribe. El humo y la música eran el tema de fondo, mientras ella reía traviesa y compartía alguna ocurrencia como parte de una escapada con amigas.
El mundo era todo de ellas y ese lugar en especial. Llamaban la atención porque en realidad no pertenecían ahí; Por lo mismo, era como si lo poseyeran sin que nadie se atreviera a dudarlo.
Lilith bromeaba alzando la voz al tiempo que se acercaba a una de sus amigas, cuando él se paró a su lado e inclinándose muy despacio le dijo al oído -¿Quieres bailar?-
-A eso vengo- contestó alzando una ceja y esperando el siguiente movimiento como respuesta a su juego para sacarlo de balance.
Con la misma tranquilidad él la miró a los ojos, sonrió a penas y le tendió la mano. Lilith correspondió y salieron a la pista como un par de anónimos. Preguntas breves y superficiales de ida y vuelta con sus respectivas respuestas. Piezas y pasos a granel, un mismo ritmo y esa sensación al tomar su mano que parece surgida de años de conocer al otro.
Termina la pieza, la gente ocupa sus lugares. Lilith agradece con una sonrisa para despedir al compañero de baile. La charla sigue, cuando el sonido de un micrófono al encender rompe el ambiente y le asalta la sorpresa de ver al hombre que minutos antes la llevaba por la pista, ahora en el escenario, rodeado por un grupo de músicos.
- Esta canción es para ti- dice él mientras le regala una sonrisa y la señala, en medio de las exclamaciones de sorpresa y morbo. Comienza a cantar y en un compás de espera se acerca y la invita a bailar de nuevo, pero sigue entonando las notas suaves y acompasadas de una vieja canción de amor.
Él baja un poco la voz y acerca su boca para cantarle al oído. Todo enmudece, Lilith cierra los ojos para captar todos los estímulos a detalle; el tiempo se suspende y una extraña corriente recorre su cuerpo en un segundo.
Él no era en realidad un hombre que se destacara del resto entre la multitud. Sin embargo, en ese momento, la multitud los notó a ambos con una sonrisa y buenas dosis de murmullos que rompieron en aplusos al terminar una canción.
2 Señales de humo:
ohhhh!!!!
y...
que paso?
saludos
Aaaaaaaah, pero qué boniiiito, chingao. Cursi pero efectivo. ¿Quién y cómo será quien logra doblegar la fortaleza de Lilith?
Suspenso....
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