Mi caos ordenado

Mi caos ordenado

Sastre de princesas


Me lo encontré sentado en un escalón cualquiera; sucio y antiguo, al primer golpe de vista. A pesar de su postura, algo en él sugería que había gozado de algún prestigio, o que al menos sus ojos habían visto tiempos mucho mejores. Su mirada, opaca, estaba dirigida al suelo; perdida como en un trance y las manos caían por sus costados, abandonadas. Esa era la viva imágen de la derrota y , sin embargo, el terco corazón seguía latiendo; alguna buena y misteriosa razón tendría para hacerlo.

Tampoco había sido un buen día para mi. Mi despertador no sonó y llegué tarde al trabajo, ganándome una sanción del águila calva que tengo como jefe; medio día descontado...En fin, mañana será otra cosa. No hay mucho de dónde sacar una buena noticia; de esas que paralizan al pais a la expectativa, no. Parece que en efecto todos estamos paralizados ya, pero por la desesperanza.

Camino por la calle helada, cigarro en mano y con la mente al vuelo. A penas noto la presencia de los cuerpos que circulan por la acera en dirección contraria y cargando sabe Dios qué historias en la mente, como yo. Y así tropiezo con él.

De alguna forma, la tristeza profunda que emana parece superar la de cualquier otro ser vivo sobre la tierra y atrae mi atención. Curioso de profesión, me pregunto ¿por qué?, así que me acerco a averiguar.
-¿Todo bien, buen hombre?-
Él me mira en silencio, como volviendo de un trance y casi inmediatamente vuelve su vista al suelo; al infinito. Me parece que no hay respuesta más clara que esa para decir: "No, pero tampoco es asunto tuyo" y aún así, continúo:
-Es una noche fría ¿no es verdad?- No hay respuesta.
-¿Fuma usted?-
-No- (Algo es algo, ya conozco su voz)
-¿Ah, no?-
- No es bueno para el negocio-
-¿Y qué negocio es ese? Si puede saberse, claro-.
- Vestidos...para, ejem...princesas-

UN CAFÉ Y UNA OBSESIÓN
Estuve a punto de soltar una carcajada, pero la seriedad de su semblante hizo que me detuviera. "Sastre de princesas", pensé. Probablemente en algún país de la vieja Europa; algún lugar del que sabemos poco, como Mónaco. En fin, evidentemente el anciano no tenía muchas ganas de conversar y el viento frío arreciaba, así que con un ademán me despedí y caminé de vuelta al periódico.
Huelga decir que la idea de un sastre de princesas se apoderó de mi mente. Intentaba dilucidar si aquel anciano había sido presa de la demencia senil...¿O acaso lo había sido yo? Curiosamente la idea ya no me parecía tan descabellada.
La noche siguiente volví al portal y ahí estaba él; en el mismo escalón y con la misma postura de la noche anterior. Esta vez alzó la mirada y pude ver, apenas, algo similar a una sonrisa en su rostro.
-¿Ya de vuelta, chaval?- me dijo.
-Te ha quedado la duda ¿eh?- añadió.
Me encogí de hombros y callé.
-Bueno, te esperaba. Dentro tengo café caliente y algunas fotos que me gustaría enseñarte mientras te cuento mi historia... ¿Quieres conocer mi historia?-
-Seguro- dije y dejé que me condujera dentro del edificio.
El pasillo era estrecho, oscuro y frío. No sé si había más gente viviendo ahí, pues se sentía un silencio sepulcral y algo así como la falta de esencia; la sensación que sobreviene cuando no hay otro cuerpo viviente cerca.
Al fin llegamos frente a su puerta, sacó un pesado manojo de llaves y abrió. Fue increíble, dentro de lo que parecía ser un apartamento común y corriente, había una habitación de piedra viva; como la que habría naturalmente en un castillo de cuento.
Me froté los ojos para alejar cualquier posible alucinación, pero no alucinaba, todo estaba ahí.

1 Señales de humo:

Abbita dijo...

:O y entonces que paso?